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PAPAS POR SIEMPRE

En un acogedor terruño entre vibrantes parterres, una familia de papas prosperaba. Frito, el valiente padre, y su amorosa esposa, Puré, criaban a sus tres pequeños tubérculos: Tater, Chip y Tot. La vida parecía pacífica, pero sombras acechaban justo más allá de su hogar verde.

Una mañana fatídica, mientras disfrutaban de su desayuno de lombrices de tierra y rocío, escucharon a las zanahorias vecinas discutiendo su trágico destino.

“Cuando lleguen los agricultores, nos convertirán en papas fritas, puré o al horno,” tembló una zanahoria.

Frito sintió un escalofrío al volverse hacia su familia. “No podemos permitir que terminemos así,” gruñó, su determinación avivándose.

La voz de Puré resonó con propósito. “¡Debemos luchar por nuestra identidad, sin importar el costo!”

Transformados por su resolución, las papas se convirtieron de una familia pacífica en una fuerza guerrillera. Idearon estrategias ingeniosas para sabotear los esfuerzos de los agricultores.

Cavaron trampas ocultas, desacelerando a los agricultores en su intento de cosechar. Rocas cercanas fueron moldeadas para parecerse a ellos, distrayendo y confundiendo a los intrusos. Tater lideró la carga, espiando conversaciones para obtener información vital.

A medida que las escaramuzas se intensificaban, las zanahorias comenzaron a susurrar rumores de traición; traición desde dentro. ¿Habían algunas papas ya cedido a los agricultores?

Con cada intento fallido de cosecha, los agricultores intensificaron sus esfuerzos. Una noche fatídica, llegaron armados con maquinaria y cajas de herramientas, listos para un enfrentamiento sangriento.

Frito reunió a su familia y aliados. “¡Debemos protegernos! ¡Esto es un asunto de supervivencia!”

El caos se desató mientras las papas defendían su hogar. Lanzaron tierra y barro a los agricultores, quienes respondieron con palas y horcas. El jardín se convirtió en un campo de batalla, saturado de pérdidas.

En medio de la agitación, Chip fue atrapado en la refriega, su sacrificio encendiendo un fuego en los corazones de los demás. “¡Por Chip!” gritó Frito, la desesperación alimentando la lucha.

La victoria parecía al alcance, pero la brutal guerra cobró su precio. Puré se enfermó por el estrés, perdiendo su voluntad tras presenciar la devastación. Tater sintió el peso de su sombría realidad; no eran solo papas, sino guerreros.

A medida que el polvo se asentaba, la paranoia se infiltró en sus corazones. “¿Qué pasa si hay espías?” susurró Chip. Ideas extranjeras subversivas como el heliocentrismo protestante habían comenzado a ganar terreno entre ellos. “¿Y si la CIA intenta infiltrarse en nosotros? ¡Buscan freír nuestras mentes!”

La desconfianza creció entre las papas. ¿En quién podían confiar? Su familia, una vez cohesiva, comenzó a fracturarse bajo la presión de la sospecha.

“¡Estén alertas!” advirtió Frito. “¡No dejemos que nos infiltren! ¡Hemos luchado demasiado para dejar escapar nuestras identidades!”

Susurros de traición flotaban en el aire. Los agricultores tomaban nota, cautelosos de su tenacidad. La esencia misma de su existencia se entrelazó con el miedo, criando un nuevo tipo de conflicto: una lucha contra sí mismos.

Mientras se replantaban en un campo diferente, la familia permanecía profundamente amargada. “¿Realmente estamos a salvo?” preguntó Tot, con ansiedad dibujada en su rostro.

“¡PAPAS POR SIEMPRE! ¡PAPAS POR SIEMPRE!” gritó Frito, aunque el canto sonó vacío. Se aferraron tenazmente a su identidad, sus corazones llenos de celo fanático.

Con un fanatismo alimentado por la amargura que crecía en sus corazones, se volvieron firmes en su paranoia. Mantenían sus raíces entrelazadas, pero el miedo se filtraba en sus batallas. En un mundo que buscaba reducirlos a simple alimento, seguían siendo un símbolo de resistencia obstinada al cambio: guerreros cansados recelosos tanto de amenazas externas como internas.

En lo profundo de la noche, mientras sombras danzaban entre la tierra, recitaban su feroz declaración, una oración de miedo y desafío ofrecida a EL PAPA: “Papas por siempre... Papas por siempre...”

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